Bucaramanga (San.), 13 de noviembre de 2012.- Escuchar por primera vez a Sandra y sentir la emoción con que reconoce que su vida no ha sido fácil pero que sin lamentarse le ha hecho frente a las circunstancias adversas, hace que cualquiera piense que ella es una ‘berraca’, un término muy colombiano, usado especialmente en Santander, para designar a esas personas que se enfrentan a todo, o como mejor lo define el Diccionario de Americanismos en su tomo de Colombianismos: “Persona que sobresale por su talento o destreza”.
Sandra Milena Flórez Rueda, la protagonista de esta historia, tiene 34 años y su vida contiene los elementos necesarios para ser considerada una tragedia, sin embargo para ella es una bendición que disfruta todos los días. “Mis papás se murieron cuando yo tenía cinco años. Al crecer, mis cuatro hermanos tomaron cada uno su camino, así que prácticamente me quedé sola. A los 18 años me casé y cuatro años después mataron a mi esposo. De la unión me quedó una hija que hoy tiene 16 años. Yo hubiese podido quedarme echándole la culpa a los que me rodean de mis fracasos, pero esas cosas le sirven a uno para aprender. Si uno se cae hay que levantarse”.
El paso más grande de su vida lo dio hace cinco años, cuando decidió dejar de ser empleada en una casa de familia y aplicar al cargo de servicios generales en el Centro de Atención al Sector Agropecuario (CASA) del SENA Regional Santander, un momento que nunca olvida: “Yo no sabía qué era el SENA, pero cuando me enteré que había una oportunidad de trabajo me inscribí en la bolsa de empleo y pasé. Cuando me contrataron me entrevistó el ingeniero Leonardo Hernández Silva, subdirector del Centro. Él me dijo las palabras que hoy me tienen donde estoy: usted tiene que superarse”.
Y es que cuando Sandra ingresó a trabajar al SENA, sus estudios sólo llegaban a tercero de primaria. Aunque era diestra para las labores que debía desempeñar en su nuevo empleo, el nivel de educación no le permitía proyectarse a mejores oportunidades en el futuro. Así lo recuerda el subdirector del CASA, Leonardo Hernández Silva: “Sandra llegó con una historia de vida muy dura, pero yo vi de inmediato que era una persona con mucha tenacidad y con un deseo inquebrantable de superación. Por eso la animé a que terminara en principio sus estudios básicos”.
Fue así como alternando los horarios de trabajo y su responsabilidad como mamá, Sandra retomó sus estudios. “Le dije a mi hija que iba a trabajar y a estudiar pero que eso no iba a afectar nuestro tiempo. Ella me apoyó y decidimos venirnos a vivir a Piedecuesta. Trabajaba de ocho de la mañana hasta el medio día, iba a almorzar con mi hija, compartía con ella un rato. Volvía al trabajo de dos a cinco de la tarde y salía a estudiar de seis de la tarde a nueve y media de la noche. Me tocó ser muy organizada. El proceso ha sido muy pesado pero se han visto los frutos”.
A medida que avanzaba en sus propósitos, Sandra no sólo se convirtió en un ejemplo para su hija si no para quienes en el SENA, reconocieron en ella un ejemplo de vida, tal como lo asegura su compañero de trabajo, Ariel Neira, jardinero del CASA: “Ella es una gran persona. Desde el principio me alegró mucho trabajar juntos y siempre ha sido un ejemplo para todos. Nos demostró que es posible estudiar y trabajar para no quedarnos estancados”.
Después de validar la primaria y el bachillerato, Sandra sabía que sus sueños no iban a quedarse ahí. Por eso hizo seis cursos cortos en el SENA y un día el subdirector del CASA la animó para que iniciara su proceso de educación superior. “La motivamos para que hiciera una tecnología y aprovechara las oportunidades que le brinda la Institución. Aunque ella sabía que el desafío era muy grande y requería de sacrificio, aceptó”.
Sandra tenía claro que quería estudiar Tecnología en Gestión Empresarial y sin pensarlo mucho se inscribió, fue aceptada e inició otro de los retos que ha afrontado en su vida. “Al principio fue muy difícil. Yo iba a las clases y sentía que no entendía muy bien, que no iba a ser capaz. Pero todo el mundo, especialmente mi hija, me decía: siga que usted es capaz, usted puede. Y con todo ese apoyo me llené de fuerzas y estoy muy juiciosa estudiando y metiéndole muchas ganas sin desanimarme”.
Hoy, un año y dos meses después de haber comenzado la tecnología, Sandra es reconocida por sus compañeros de estudio como la muestra más grande de que cuando se quiere se puede. Luz Marina Arciniegas afirma: “Ella es un ejemplo a seguir, es una mujer muy juiciosa. Trabaja casi todo el día y estudia en las noches, incluso los sábados”. José Guillermo Jaimes, también compañero de Sandra, reconoce que “La tenacidad de ella, que es inigualable, sumada a la gran oportunidad que le dio el SENA, hace que esté logrando sus sueños”.
Quienes también la conocen, porque a diario la ven corriendo de una lado para otro haciendo aseo, repartiendo tintos y cambiándose de ropa para pasar de empleada a aprendiz, dicen que con ella han aprendido que ningún obstáculo es imposible de superar. Así lo confirma Elizabeth Ballesteros, oficinista del CASA: “Yo la conozco desde que entró al Centro. Aquí la admiramos mucho. A veces se desanima pero la motivamos todos los días. Es una gran ejemplo para mí y para muchos que nos quedamos sólo esperando a que la vida pase sin hacer cosas que dejen huella”.
El subdirector del CASA, Leonardo Hernández Silva, refleja gran alegría al hacer un recorrido por la historia de Sandra desde que entró a trabajar al Centro y los logros que ha conseguido en estos cinco años. “Nosotros siempre la tenemos presente. A todos nos da una lección: a veces se nos presentan adversidades pero lo que hace grandes a los seres humanos es la capacidad de no detenerse y seguir luchando. Ella con nada más que las ganas y el esfuerzo ha logrado desarrollar un proyecto de vida y ser un ejemplo para quienes la conocemos y especialmente para su hija”, dice el funcionario.
El 26 de marzo de este año, Sandra Flórez inició la etapa productiva de su carrera. Nuevos retos, mayores responsabilidades, pero sin duda, aún más gratificaciones vendrán en su vida: “Quiero terminar la tecnología y aplicar a un trabajo con mayor nivel. Mi actual empleo me gusta, me hace feliz, pero quiero aspirar a más, para tener una mejor calidad de vida y ofrecerle mejores cosas a mi hija y a quienes me rodean”.
Mientras esta luchadora continúa su camino en busca de las metas que se ha propuesto, sigue brindando su capacidad de servicio y especialmente su sonrisa y el brillo en sus ojos que no puede disimular cuando se le pregunta qué se siente ser un ejemplo para muchas personas. “Para mí es muy emocionante. Ojalá mi historia sirva para que otras personas vean que cuando uno se propone las cosas las logra y que nada ni nadie en este mundo pueden hacerle sentir que uno no es capaz de hacer lo que quiere”.
Sandra Milena Flórez Rueda, la protagonista de esta historia, tiene 34 años y su vida contiene los elementos necesarios para ser considerada una tragedia, sin embargo para ella es una bendición que disfruta todos los días. “Mis papás se murieron cuando yo tenía cinco años. Al crecer, mis cuatro hermanos tomaron cada uno su camino, así que prácticamente me quedé sola. A los 18 años me casé y cuatro años después mataron a mi esposo. De la unión me quedó una hija que hoy tiene 16 años. Yo hubiese podido quedarme echándole la culpa a los que me rodean de mis fracasos, pero esas cosas le sirven a uno para aprender. Si uno se cae hay que levantarse”.
El paso más grande de su vida lo dio hace cinco años, cuando decidió dejar de ser empleada en una casa de familia y aplicar al cargo de servicios generales en el Centro de Atención al Sector Agropecuario (CASA) del SENA Regional Santander, un momento que nunca olvida: “Yo no sabía qué era el SENA, pero cuando me enteré que había una oportunidad de trabajo me inscribí en la bolsa de empleo y pasé. Cuando me contrataron me entrevistó el ingeniero Leonardo Hernández Silva, subdirector del Centro. Él me dijo las palabras que hoy me tienen donde estoy: usted tiene que superarse”.
Y es que cuando Sandra ingresó a trabajar al SENA, sus estudios sólo llegaban a tercero de primaria. Aunque era diestra para las labores que debía desempeñar en su nuevo empleo, el nivel de educación no le permitía proyectarse a mejores oportunidades en el futuro. Así lo recuerda el subdirector del CASA, Leonardo Hernández Silva: “Sandra llegó con una historia de vida muy dura, pero yo vi de inmediato que era una persona con mucha tenacidad y con un deseo inquebrantable de superación. Por eso la animé a que terminara en principio sus estudios básicos”.
Fue así como alternando los horarios de trabajo y su responsabilidad como mamá, Sandra retomó sus estudios. “Le dije a mi hija que iba a trabajar y a estudiar pero que eso no iba a afectar nuestro tiempo. Ella me apoyó y decidimos venirnos a vivir a Piedecuesta. Trabajaba de ocho de la mañana hasta el medio día, iba a almorzar con mi hija, compartía con ella un rato. Volvía al trabajo de dos a cinco de la tarde y salía a estudiar de seis de la tarde a nueve y media de la noche. Me tocó ser muy organizada. El proceso ha sido muy pesado pero se han visto los frutos”.
A medida que avanzaba en sus propósitos, Sandra no sólo se convirtió en un ejemplo para su hija si no para quienes en el SENA, reconocieron en ella un ejemplo de vida, tal como lo asegura su compañero de trabajo, Ariel Neira, jardinero del CASA: “Ella es una gran persona. Desde el principio me alegró mucho trabajar juntos y siempre ha sido un ejemplo para todos. Nos demostró que es posible estudiar y trabajar para no quedarnos estancados”.
Después de validar la primaria y el bachillerato, Sandra sabía que sus sueños no iban a quedarse ahí. Por eso hizo seis cursos cortos en el SENA y un día el subdirector del CASA la animó para que iniciara su proceso de educación superior. “La motivamos para que hiciera una tecnología y aprovechara las oportunidades que le brinda la Institución. Aunque ella sabía que el desafío era muy grande y requería de sacrificio, aceptó”.
Sandra tenía claro que quería estudiar Tecnología en Gestión Empresarial y sin pensarlo mucho se inscribió, fue aceptada e inició otro de los retos que ha afrontado en su vida. “Al principio fue muy difícil. Yo iba a las clases y sentía que no entendía muy bien, que no iba a ser capaz. Pero todo el mundo, especialmente mi hija, me decía: siga que usted es capaz, usted puede. Y con todo ese apoyo me llené de fuerzas y estoy muy juiciosa estudiando y metiéndole muchas ganas sin desanimarme”.
Hoy, un año y dos meses después de haber comenzado la tecnología, Sandra es reconocida por sus compañeros de estudio como la muestra más grande de que cuando se quiere se puede. Luz Marina Arciniegas afirma: “Ella es un ejemplo a seguir, es una mujer muy juiciosa. Trabaja casi todo el día y estudia en las noches, incluso los sábados”. José Guillermo Jaimes, también compañero de Sandra, reconoce que “La tenacidad de ella, que es inigualable, sumada a la gran oportunidad que le dio el SENA, hace que esté logrando sus sueños”.
Quienes también la conocen, porque a diario la ven corriendo de una lado para otro haciendo aseo, repartiendo tintos y cambiándose de ropa para pasar de empleada a aprendiz, dicen que con ella han aprendido que ningún obstáculo es imposible de superar. Así lo confirma Elizabeth Ballesteros, oficinista del CASA: “Yo la conozco desde que entró al Centro. Aquí la admiramos mucho. A veces se desanima pero la motivamos todos los días. Es una gran ejemplo para mí y para muchos que nos quedamos sólo esperando a que la vida pase sin hacer cosas que dejen huella”.
El subdirector del CASA, Leonardo Hernández Silva, refleja gran alegría al hacer un recorrido por la historia de Sandra desde que entró a trabajar al Centro y los logros que ha conseguido en estos cinco años. “Nosotros siempre la tenemos presente. A todos nos da una lección: a veces se nos presentan adversidades pero lo que hace grandes a los seres humanos es la capacidad de no detenerse y seguir luchando. Ella con nada más que las ganas y el esfuerzo ha logrado desarrollar un proyecto de vida y ser un ejemplo para quienes la conocemos y especialmente para su hija”, dice el funcionario.
El 26 de marzo de este año, Sandra Flórez inició la etapa productiva de su carrera. Nuevos retos, mayores responsabilidades, pero sin duda, aún más gratificaciones vendrán en su vida: “Quiero terminar la tecnología y aplicar a un trabajo con mayor nivel. Mi actual empleo me gusta, me hace feliz, pero quiero aspirar a más, para tener una mejor calidad de vida y ofrecerle mejores cosas a mi hija y a quienes me rodean”.
Mientras esta luchadora continúa su camino en busca de las metas que se ha propuesto, sigue brindando su capacidad de servicio y especialmente su sonrisa y el brillo en sus ojos que no puede disimular cuando se le pregunta qué se siente ser un ejemplo para muchas personas. “Para mí es muy emocionante. Ojalá mi historia sirva para que otras personas vean que cuando uno se propone las cosas las logra y que nada ni nadie en este mundo pueden hacerle sentir que uno no es capaz de hacer lo que quiere”.
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